Cuando se publicaron las alineaciones para la final de la FA Cup del sábado, todo indicaba que Pep Guardiola volvía a sus viejas costumbres. Al ver la lista de jugadores, era necesario detenerse a la mitad y volver al principio para intentar descifrar qué estaba haciendo. ¿Dónde estaba el equilibrio táctico?
Hay que reconocer, sin embargo, que el partido pudo haber tomado un rumbo muy diferente.
El Crystal Palace se llevó la victoria y fue celebrado como justo ganador, pero el City comenzó el encuentro con una fuerte presión. Incluso tuvieron un penalti que fue detenido. El arquero del Palace debió haber sido expulsado antes de realizar un par de atajadas espectaculares.
En resumen, el City tuvo mala suerte.
Al mismo tiempo, el equipo de Guardiola no jugó particularmente bien.
Las oportunidades más claras del City llegaron tras errores no forzados del rival; no hubo una razón lógica para que Dean Henderson usara las manos fuera del área ni para que Tyrick Mitchell hiciera una entrada temeraria dentro del área cuando Bernardo Silva se dirigía hacia la línea de fondo. La mayoría de las llegadas del City en los primeros minutos vinieron a través de centros al área. Ese estilo de juego de toques rápidos y precisos que alguna vez caracterizó al equipo de Guardiola, incluso ante defensas cerradas, brilló por su ausencia.
Por eso, es inevitable que el planteamiento táctico inesperado del técnico esté siendo cuestionado.
La ausencia de Mateo Kovacic, y sobre todo de Rodri, llevó a Guardiola a tomar una decisión arriesgada: jugar sin un mediocampista defensivo natural. En su lugar, apostó por Kevin De Bruyne y Bernardo Silva como motores del equipo. En cierto modo, esto recordó a la polémica alineación que usó en la final de la Champions League en 2021, aunque en aquel entonces no se podía afirmar con certeza que esa decisión les hubiera costado el título.
Tal vez aquí ocurra algo similar, considerando que el City fue dominante por momentos. Sin embargo, no se puede ignorar que esta estrategia implicó encomendarle a Nico O’Reilly, una de las revelaciones de esta edición de la FA Cup, un doble papel: ser lateral izquierdo sin el balón y convertirse en un mediocampista más cuando el equipo tenía la posesión, dentro de una especie de sistema 3-3-4.
Guardiola ha sido pionero en ese tipo de funciones híbridas, y para jóvenes como O’Reilly o su compañero Rico Lewis, que han crecido con este estilo, no resulta algo tan extraño.
Aun así, la propuesta generó grandes interrogantes sobre el rendimiento defensivo de O’Reilly, especialmente ante un equipo como el Palace, cuyo enfoque ofensivo se basa en que sus extremos, Ismaila Sarr y Eberechi Eze, se cierren hacia el centro para atraer a los laterales y abrir espacios que puedan ser explotados por los carrileros. Por el costado de O’Reilly, las constantes subidas de Daniel Muñoz se han vuelto una marca registrada del ataque del Palace.
Guardiola, quien en las últimas temporadas ha optado por centrales reconvertidos en los laterales precisamente por su capacidad para ganar duelos individuales, probablemente deseó haber contado con un lateral izquierdo más sólido en defensa para un partido como este en Wembley.
En ataque, el sistema 3-3-4 con balón también fue una sorpresa. Desde la perspectiva del técnico del Palace, Oliver Glasner, parece haber sido justo el planteamiento que más le convenía. Glasner ha utilizado el 3-4-3 durante toda la temporada, y su línea de tres centrales es ideal para enfrentarse a dos atacantes por el centro. Los carrileros del Palace se sintieron cómodos enfrentando a Jeremy Doku y Savinho en duelos individuales, en lugar de tener que lidiar con rivales que se internaran por dentro y desordenaran su estructura.